La fotografía para mí es otro pulso creativo, otra forma de mirar el mundo desde donde la pintura llega a su límite.
En esta sección, conviven imágenes que hablan sin colores vibrantes, que atrapan momentos de tensión y, al mismo tiempo, de revelación. Mi lente capta lo que a veces las palabras no pueden decir: ruinas, fragmentos, miradas resignadas o esperanzadas, sombras que siembran preguntas.
En cada composición fotográfica busco la intersección entre lo visible y lo velado; lo que ha sido destruido y aquello que, aunque dañado, persiste. Me interesa revelar la belleza que emerge en la grieta: en el concreto agrietado, en la fábrica abandonada, en los destellos de luz que atraviesan el escombro.
No es un paseo nostálgico, sino un ejercicio de confrontación: ¿qué historias silenciadas se ocultan detrás del deterioro? ¿Dónde reposa la memoria en los objetos caídos o en los espacios que ya no ocupan presencia humana?
Mis fotografías parten del detalle y del contraste. Me fijo en texturas ásperas, materiales corroídos, metálicas ruinas, al igual que en la suavidad de lo orgánico o la tenue luz que cuela un rayo entre los muros destruidos. Esa tensión estética —entre lo firme y lo apelmazado, entre lo inmóvil y lo en suspense— es para mí equivalente al conflicto humano: afuera del marco hay dolor, pero dentro de la imagen hay resistencia, hay un acto de pausa, un acto de testimonio.
Te invito a recorrer estas imágenes: no como mero espectador, sino como compañero de reflexión. Que cada fotografía interrumpa tu mirada, que despierte preguntas, que conmueva. Que en ellas encuentres tanto el espejo de lo que fuimos como la posibilidad de lo que podríamos llegar a ser.
